Como siempre, horas antes de una partida trascendental, Yuri Trenki dio un paseo por los alrededores del hotel. Su último paseo antes de una partida.
Oxígeno, árboles, estallando en el amanecer, todo lo bueno que la vida puede ofrecer ante los ojos de Yuri Trenki.
El público, que asistía a la final del campeonato del mundo, no respiraba, parecía esculpido en sus asientos por el tiempo y la costumbre. Entonces, Yuri Trenki se levantó, después de dos horas de pugna entre blancas y negras, entre la victoria y la derrota, entre cadenas y rosas, dio la mano a su oponente, un joven sueco, astuto y barbilampiño, miró a su mujer, intensamente, y abandonó la partida.
Tras de sí, el aliento inusual y atónito de los espectadores petrificaron el rey perdedor de Trenki, que caía contra el tablero, a cámara lenta, como un boxeador contra la lona.
Tras de sí, el aliento inusual y atónito de los espectadores petrificaron el rey perdedor de Trenki, que caía contra el tablero, a cámara lenta, como un boxeador contra la lona.
Mañana por la noche, en este otoño especulativo de Madrid, Yuri Trenki estará entre los espectadores del Santiago Bernabeu, y hará el saque de honor. Después del partido, visitará a los jugadores en el vestuario. Y les dará las gracias en un español voluntarioso y agradecido. Y les dirá, también, que fue el fútbol, concretamente el fútbol español (el único canal internacional de televisión que su antena captaba, era la liga española) quien le hizo soportar, en su exilio del mar Negro, el desasosiego del alma, y le salvó de la desolación, después de abandonar el ajedrez.
Probablemente ni Ancelotti ni Simeone, conozcan esta historia. Por eso, esta noche, más que nunca, nosotros disfrutaremos del partido, será la fiesta del fútbol español. Cuando Yuri Trenki golpeé el balón hacia las nubes del infinito, su mujer estará en las gradas emocionada. Con una pieza de ajedrez entre los dedos: un rey vencedor.