Faltan cuarenta y
cuatro días para el Mundial de Brasil. El mundo se detendrá y todos seremos un
poco más felices. En tanto, esta noche, y la noche de mañana, asistiremos a un gran ensayo general de
pasiones, rivalidades, contradicciones, salidas de tono, y cuentas pendientes. Un volcán de egos y miedos, orgullos y vanidades, cuya
lava será seda o hiel, un cisne blanco que cantará su belleza al cielo alemán, o
un águila, que devorará el hígado del sueño de la décima por la eternidad toda.
Nunca antes, se
había dicho y escrito tanto sobre los dos entrenadores rivales, tan distintos y
tan iguales: Guardiola y Mourinho. Ambos,
por sobre todas las cosas, desean ganar
a sus rivales, sea como sea, y caiga quien caiga. Posiblemente, se dejarían
cortar una mano por la victoria.
El Real Madrid ha
jugado siete veces en Múnich, ha perdido seis, y empatado una: el porcentaje es
devastador. Pero existe una esperanza: nunca no ha marcado. El Atlético no
tiene porcentajes, pero tiene a Diego Costa, que jugará el Mundial con España, además.
¿Habrá una final
española en Lisboa?
Tal vez, nos hará falta escribir una novela, mágica pero real, para interpretar los sentimientos que destilarán nuestros corazones.
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